Ruinas con sol para el desayuno.
El pasado siempre es algo que en lo particular me causa mucha intriga, no se a ustedes mis queridos lectores pero, cada vez que me hablan del primer restaurante o del primer mercado o de la casa más antigua de la ciudad, siento esas ganas de ir; atravesar las calles de la ciudad en la que estoy solo para llenarme de esa soledad bulliciosa, de esos aires de pasado y de imaginar cómo pudo ser en sus buenos tiempos.
En Verona no fue la excepción, desde que llegué empece a sentir ese ambiente antiguo, me empezaba a creer que era un romano más, que era parte de aquel gran imperio ¿y cómo no sentirse así? Si tan solo con empezar a caminar los primeros metros hacia el centro de la ciudad, puedes ver como el sol le pega a aquel anfiteatro digno de postales y de aplausos.
La Arena, de aquella región del Veneto, me sorprendió desde el principio, no solo por su antigüedad, sino también porque no esperaba encontrarme con algo así en la ciudad de Julieta. Mi falta de conocimiento sobre la ciudad me tendió una trampa, pero fue una de las buenas, una de esas que te hacen sorprender como cuando eras niño.
Considerado como el tercer anfiteatro más grande que se conserva, las vistas desde arriba son dignas de un párrafo en la novela de Shakespeare. Ver la gente pasar y comer tu desayuno de aventurero es lo mejor que puedes hacer para empezar tu día en la ciudad del amor.
Es algo que no se pueden perder y si tienen más de un día en Verona, entren a alguno de sus eventos líricos, pues La Arena aún funciona como en su época dorada. El costo es de entre 5 y 8 euros, dependiendo del día en el que vayan y de si son estudiantes o no. Pero créanme, esos euros valdrán toda la pena del mundo si es que como a mi, les encanta sentirse parte de la historia, de aquello que fue y que increíblemente sigue siendo.
Espero que disfrutes de las fotos y que puedas compartir mucho el post, me apoyarás un montón.
Nos vemos en los próximos párrafos, un abrazo.
